Una
banda organizada, por delincuentes de otras ciudades con identidades
desconocidas; son contratados para atracar una empresa y llevarse unos
diamantes. Sin embargo, antes de que suene la alarma, la policía ya está allí.
Algunos miembros de la banda mueren en el enfrentamiento con las fuerzas del
orden, y los demás se reúnen en el lugar convenido.
Un tema importante
que no se debe pasar por alto, es la capacidad del director de narrar sin
mostrar al espectador pasajes claves, de plantearnos la historia fragmentada en
capítulos no cronológicos de un atraco que no vemos, con títulos que nos dan
una idea de lo que tratara ese fragmento. Ese manejo sutil de la narración
pausada, a través de soberbios diálogos que aparentan ser sin importancia e
intranscendentes, arrastra de forma muy rápida, como una montaña rusa al
espectador que se presta a ello. Es decir, aquel espectador que trata de
recomponer las piezas de la historia. Porque, en esos diálogos superficiales
hay una demostración de la condición de cada uno de los integrantes de la banda; todos sus roles que cumplen los personajes están
prodigiosamente bien planteado dentro de la película. Aunque sólo en su
conjunto, a su conclusión, es cuando se encajan los mecanismos planteados en la
acción. Gracias también al soberbio trabajo de montaje y apoyado en unas
interpretaciones brillantes.







